(Sobre estas líneas) Adrián Centenera gustándose por bernadinas en el ocaso de su faena. (En la parte inferior) Carlos Sánchez maneja con elegancia los vuelos del percal.
Texto: Juan Carlos Antón; Fotos: Álvaro García López
El pasado sábado, 14 de mayo, el Coso de Las Cruces volvió a vestirse de gala para acoger la que fue una entretenida e interesante becerrada de promoción en la que intervinieron alumnos de las escuelas taurinas de Zaragoza, Sevilla y Guadalajara. A pesar de que las inclemencias meteorológicas amenazaban con impedir la celebración del festejo, finalmente y tras demorar el comienzo del mismo una hora, se dio la becerrada. Y en buena hora fue.
Se apreciaron en los participantes, aquello que, de un tiempo a esta parte, habíamos comenzado a echar en falta en los becerristas y novilleros del panorama taurino español: ilusión, sentido de la responsabilidad y ganas reales, con argumentos sobre el ruedo, de querer ser torero.
El alumno de la Escuela Taurina de Sevilla, Carlos Corradini, que llegó a la ciudad alcarreña de mano del maestro Luis de Pauloba, no tuvo su mejor tarde. Comenzó ya destemplado en su saludo capotero y pareció verse superado por las circunstancias al descomponerse cuando vio que los designios de la tarde no le eran favorables. No obstante es necesario dar tiempo al tiempo y tal vez, con la madurez que poco a poco irá adquiriendo y taurina y personalmente, algún día llegue a ser un buen torero.
Pablo Colomer de la Escuela Taurina de El Carmen de Zaragoza, derrochó ganas con una actitud entregada sobre el albero. Recibió a su novillo a porta gayola, interpretó él mismo el tercio de palitroques y anduvo voluntarioso en una faena en la que, a pesar de tener algunos enganchones y pequeños defectos de colocación, resolvió con dignidad.
Respecto a los alumnos de la Escuela Taurina de Guadalajara, Curro de la Casa, Adrián Centenera y Carlos Sánchez dieron lidia y muerte a un novillo cada uno. Hizo lo propio Adrián Henche con novillo que regaló la Escuela Taurina para deleite de los asistentes. A los cuatro se lesvió muy firmes, despejados de mente y con variedad de repertorio en lo que al manejo de la capa se refiere, por lo que la afición alcarreña tiene motivos suficientes para tener esperanza y depositar confianza en sus toreros. También vimos a Agustín Pérez "El Lavijero", último alumno en incorporarse a la escuela, gustarse en los quites e interpretar la suerte de banderillas con fortuna desigual.
En definitiva una bonita tarde en la que, a pesar de las inclemencias meteorológicas, el verdadero aguacero fue el de el arte y la emoción que todos los participantes derrocharon sobre el albero.